Ampliación del Canal de Panamá

Hoy nos unimos al regocijo de nuestro país, que celebra la inauguración de una obra histórica: la ampliación del Canal de Panamá, ahora sí, nuestro Canal, para el servicio marítimo al mundo.

Independientemente de las críticas, válidas o no, en gran parte por la manera accidentada como se han desarrollado las obras de construcción, no deben existir dudas sobre nuestra capacidad como Nación para imaginar, crear, emprender y finalizar obras que hace escasos años eran consideradas imposibles para una República del mal llamado "Tercer Mundo".

No olvidemos el importante hecho de que el proyecto habrá de pagarse con recursos económicos propios. Se comprueba así el hecho de que, en circunstancias apropiadas y con acciones correctas, Panamá es capaz de responder exitosamente a cualquier reto que se nos presente. Espero que esta experiencia nos sirva para reducir el pernicioso resabio de complejo colonial que aún reside bajo la piel de muchos panameños, especialmente aquellos que por haberse beneficiado directamente de ese pasado aun albergan nostalgia por él. 

Debe ser ésta, también, una oportunidad para agradecer el sacrificio de los que, en el transcurso de la historia, hicieron posible esta celebración y que hoy no están presentes en las tarimas oficiales, ni han recibido el reconocimiento oficial que merecen, ni por éste, ni por los gobiernos pasados.

Incluyo entre ellos a los héroes anónimos que hicieron posible el primer canal, a principios del siglo XX, porque ellos fueron los zapadores. A los obreros, una enorme mayoría de origen afro-antillano, que enfrentaron uno de los mayores desafíos jamás planteados para la ingeniería mundial, especialmente por lo agreste del terreno escogido para la tarea. Aquellos que murieron víctimas de la malaria y de la fiebre amarilla, y aquellos que tuvieron que soportar la injusta aplicación de las políticas racistas norteamericanas de la época por una jurisdicción foránea, usurpadora de un suelo que jamás fue, ni será, suyo. 


Recordemos el sacrificio de los panameños que durante décadas sufrieron persecuciones, internas y externas, por alimentar la idea de que nuestro país debía librarse del enclave colonial que fue la llamada "Zona del Canal". Ellos fueron víctimas, fundamentalmente, de los propios panameños que defendían la permanencia de la colonia, por intereses particulares, o por ignorancia.  No olvidemos el aporte de intelectuales como el Dr. Diógenes de la Rosa, ni la contribución de los patriotas que, como Ascanio Arosemena, fueron asesinados mientras participaban en las protestas del 9 de enero de 1964, defendiendo la razón y el honor nacional, en una justa que ha sido tal vez la más importante para nuestra real independencia, y que la historia oficial aun no ha consignado debidamente, como igual ocurre con los trágicos hechos de la invasión del 20 de Diciembre del 1989. Y, por contradictorio que luzca, consignemos el positivo aporte del dictador Omar Torrijos, cuya intervención resulto crucial para producir el resultado feliz que hoy celebramos en democracia: un Canal de y por Panamá, para el mundo. 


A mi Patria, a todos mis paisanos, a los responsables por el éxito de las operaciones del Canal,

¡Felicitaciones!

 

Rubén Blades
26 de Junio, 2016

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