Danilo, Patricia y el Festival de Jazz de Panamá, 2016

Una vez más, a pesar de todos los inconvenientes, el Festival de Jazz de Panamá le brinda a nuestro país y a sus invitados, una nueva oportunidad para apreciar el valor y la complejidad de este género musical. Panamá vuelve a convertirse en el centro de la atención mundial en el ambiente de la música erudita. Y la convocatoria dará como resultado, además, las becas y el acceso a excelentes programas de educación en renombrados centros de estudios musicales, para que jóvenes talentos panameños encuentren una oportunidad de crecer y prosperar en el difícil mundo de la disciplina musical.

Hace ya más de una década, Danilo Pérez y su esposa Patricia luchan y trabajan de manera tenaz y continua para lograr que estas oportunidades puedan seguir ofreciéndose. Hace un par de años participé en una de las ruedas de prensa locales, en las que se ofrecía la información de participantes y horarios para los programas y distintas actividades del Festival. En esa ocasión, compartiendo el podio con personas que representaban a la actual administración gubernamental del país, les escuché asegurar que el Festival recibiría el total apoyo del gobierno nacional, para contribuir a que el Festival pudiese continuar sin los sobresaltos económicos que sufre este noble esfuerzo
de Danilo y Patricia. Incluso se sugirió la creación de una Ley de la República, que sirviese para certificar la garantía de tal patrocinio gubernamental, no solo al festival sino a las artes como expresión de la cultura nacional.

Dos años después de las emocionadas promesas, los panameños hemos sido testigos de revelaciones que exponen la más ofensiva, desvergonzada y descarada corrupción jamás expuesta de forma pública, en la historia de la política nacional. Todavía no terminan de desvelarse todos los casos donde el dinero de nuestros impuestos fue utilizado para nutrir la falta de honradez de personas que afirman ser panameños, pero que no poseen el mínimo respeto o amor por la patria. Millones y millones de dólares fueron hurtados, despilfarrados, derrochados.

Dos años más tarde, a menos de tres meses de la fecha de apertura del Festival de Jazz de Panamá, 2016, aún no se sabía si podría o no celebrarse, por las mismas dificultades de presupuesto que ha encontrado, una y otra vez, desde el primer año de fundado. No se creó la ley que garantizaría su continuidad, ni se han tomado las provisiones de parte del estado panameño, para garantizar mínimamente los fondos para su operación, que continúan obteniéndose con grandes dificultades entre los bondadosos patrocinadores comerciales del evento. Y aunque las cifras no son absurdas ni exorbitantes, todavía tanto Danilo como Patricia sufren la misma angustia que han tenido que afrontar año tras año, desde el exitoso inicio del Festival hasta el presente.

Preguntamos: ¿Hasta cuándo se va a seguir castigando en Panamá a la gente noble, mientras se permite la impunidad a los sinvergüenzas? ¿Hasta cuándo vamos a aceptar que nos roben, lo que nos hace falta para hacer labores como ésta, en favor de
la cultura y la posibilidad intelectual y espiritual de nuestra población, especialmente los más jóvenes? ¿Qué tenemos que hacer para que en Panamá las buenas acciones no sean castigadas con la indiferencia cívica y/o la falta de apoyo oficial? ¿Que más necesitan hacer Danilo y Patricia, para que se les permita tener un mínimo de tranquilidad en su honesto, ejemplar y patriótico esfuerzo de organizar el Festival de Jazz de Panamá?

 

Rubén Blades
11 de Enero, 2016

Anterior
Anterior

Sobre la controversia de los Oscars; un comentario adicional.

Siguiente
Siguiente

Will Smith y su boycott a los Oscars: A black motion picture superstar complaining about exclusion?