La Corrupción

Este tema de la corrupción parece ocupar los titulares, últimamente, en casi todo el mundo. En Panamá, es el tópico más comentado en estos momentos. Y es que cada día parece agregar un eslabón mas a la cadena de información que se ha generado en torno a dineros mal habidos y a funcionarios corruptos.

Y aunque la reacción popular ha sido clara en el sentido de condenar tales actos, llama la atención que no se haya manifestado, con igual energía y nivel de indignación, la admisión ciudadana de que el problema no es solo político, o económico, sino también social. Todavía no se vislumbra una clara admisión por parte de la sociedad panameña, de que la corrupción cívica, esa que disfrazamos con el eufemismo de "juega-vivo", posee una dimensión nacional, probablemente apareada con un componente de descomposición espiritual que se proyecta mucho más allá de la esfera de lo material. En todo caso, lo que resulta insólito hoy, como una verdadera señal de alarma, es que los hechos hayan llegado a tal punto de pública evidencia y discusión. ¿Habremos "tocado fondo", como se dice comúnmente? 

Cierto es que ha habido, por un lado, la voluntad de hacer las denuncias por parte de distintas agrupaciones, y por el otro, de hacer las investigaciones que -esperamos- no queden sólo en intento de investigar por parte de las autoridades. Pero lo que resulta verdaderamente revelador en toda esta abominable trama, y quizás la principal razón por la que se ha hecho pública, es la insumergible estupidez, desfachatez y cinismo de sus protagonistas. ¿Hemos llegado al punto de no importarnos nada, como en los tiempos de la mafia y la corrupción del Chicago de los años 30?

Es de suponer que los involucrados estaban tan seguros de que repetirían en el gobierno, por otros cinco años, que se les olvidó halar la cadena luego de haberse defecado en la cosa pública. O tal vez para esta criolla especie de sinvergüenzas, la necesidad de exhibir lo que tienen resulta imposible de resistir. Esto último refleja niveles mínimos de auto-estima y de intelecto.  Para ellos, el reconocimiento a sus existencias dependerá del lograr impresionar a otros con sus posesiones materiales. Solo de esa manera pueden sentirse importantes, o estimados.  

Y esto nos lleva a otra pregunta que también puede ser motivo de reflexión para nuestra sociedad. ¿Por qué no se fueron estos pillos criollos a otro país a ostentar, sin el riesgo del castigo, el mezquino producto de sus fechorías? Probablemente porque en otros países no van a recibir el reconocimiento a su mediocridad, que sí reciben aquí quienes poseen bienes materiales, sin distingo de cómo los han obtenido. Esto no habla bien de nuestra moral social.

El sistema de justicia panameña -si todavía existe- tiene mucha tela que cortar, y como se ven las cosas, suficiente como para surtir a todas las sastrerías del país. El nuevo Contralor, por su parte, tiene también materia para esclarecer en los próximos meses y años. Por ejemplo, cómo es posible que un banco serio -parte de nuestro serio sistema bancario- otorgue prestamos por cientos de miles de dólares a funcionarios que, por lo que se ha visto hasta ahora, no tenían bienes colaterales para respaldarlos, ni ingresos suficientes, ni crédito que justificara su confianza, ni origen certificado de sus riquezas.

Habría que investigar de dónde salieron los fondos para comprar animales, terrenos y bienes que, según aducen los funcionarios señalados, les fueron "regalados" por terceros. Y también el origen de los préstamos personales y sin interés, por cientos de miles de dólares, que fueron entregados en efectivo a funcionarios en posiciones claves del sistema judicial. Con ese efectivo se llenarían muchos maletines. ¿Quién los cargó? ¿Habrán reportes en nuestras casas de salud sobre un aumento inusitado de casos de hernia?

Cada nueva explicación de los implicados, en vez de ofrecer respuestas, crea cada vez más preguntas. Y es que ninguno de ellos va a ofrecer la explicación legítima, la que espera el país. Por eso es necesario comprender que el nuevo Contralor va a necesitar el concurso y apoyo de todos nosotros. Y comprender también que una real investigación puede darnos resultados que nos pueden sorprender. Lo más probable es que cuando el hilo del tejido comience a ser halado, más de uno va a terminar sin prendas de vestir. Cuando la verdad golpee a un acusado, es probable que el dolor sea transmitido a muchos otros. Por ello es de esperar que las fuerzas oscuras empiecen a ejercer presión para que el asunto se olvide y se corte "por lo sano", algo que ya hemos visto ocurrir con frecuencia. Igual a lo que se intentó con los 43 mártires de Ayotzinapa, y que se les congeló entre los dientes, porque el usual silencio ha sido reemplazado por un mar de denuncias públicas que exigen ahora la atención de la justicia, a la que va a resultar imposible ignorar el clamor popular. El perfume salió del frasco y ya el aroma no puede ser devuelto a su envase.

Por eso le corresponde a nuestro querido país, a todos los panameños honestos, exigir que se investiguen de verdad los hechos, hasta las últimas consecuencias. Esa trillada frase, esta vez, no debe solo ser de labios hacia afuera, como siempre ha sido.

Ahora nos corresponde a todos recordar que está, efectivamente, prohibido olvidar. 

 

Rubén Blades
Panamá
30 de Noviembre, 2014

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