Las reformas electorales en Panamá

He visto recientemente la preocupación de diversos sectores de la sociedad panameña, que miran con desconfianza el manejo que la Asamblea Nacional está dando a un paquete de reformas electorales que, supuestamente, deben corregir algunos de los muchos vicios de nuestra democracia. Todo parece indicar que los partidos políticos van a intentar evitar, o por lo menos reducir, la posibilidad de triunfo de candidatos independientes, o candidatos que no sigan la (hasta ahora nefasta) línea política de los partidos.

Sin haber conversado con estos sectores acerca del motivo de su preocupación, un sobrio análisis del actual status quo de la política criolla, nos lleva a compartir su desconfianza.

1. Es evidente que para los partidos políticos, ya muy desacreditados y huérfanos de la confianza ciudadana, pero aún empeñados en sobrevivir a cualquier costo, la tarea primordial será dificultar o impedir la presencia de protagonismos que no provengan de la partidocracia. Prefieren a quienes estén dispuestos a continuar la defensa de la corrupción y la criminalidad institucionalizada, que justifica, facilita y favorece la existencia de los partidos.

2. Es igualmente evidente que las instituciones políticas actuales, que son parte del "establishment" que ha llevado a nuestro país a la deplorable situación moral actual, desde la Asamblea Nacional hasta el Tribunal Electoral, alientan con igual intención la injusta y antidemocrática existencia de normas y costumbres que entorpecen el derecho ciudadano de participar, en igualdad de condiciones, en un torneo electoral que supuestamente es la expresión más vital de la democracia.

3. Uno de los puntos más controversiales del mencionado proyecto de ley electoral, es la distribución justa de los fondos públicos para apoyar las candidaturas de los ciudadanos. Porque tal como está concebido, los únicos que tienen derecho a recibir cantidades importantes de los fondos públicos para la participación electoral, son los partidos políticos. Los ciudadanos no alineados con el actual estado de cosas no tienen iguales derechos. Esto podría incluso considerarse una violación a la Constitución, que establece que no habrá fueros ni privilegios para grupos o individuos, por encima del derecho de todos los ciudadanos de la República.

4. La negación del apoyo económico justo a la posibilidad de candidatos independientes, que por lo menos iguale los permitidos al partido político tradicional, se ve por otro lado aún más pervertido por la negativa de esos mismos grupos a revelar el monto, uso e identidad de aquellos que contribuyen a sus causas políticas y a mantenerlos en el poder. Ni la Asamblea Nacional, ni el Tribunal Electoral como tal, han manifestado verdadero interés en que el pueblo de Panamá sepa quienes apoyan económicamente a sus candidatos, a pesar de que el país se ha expresado a favor de la identificación de esas fuentes.

Frente a esta realidad, debo hacer algunas consideraciones. Primero, quiero reiterar lo que expresé hace más de un año: sigo considerando seriamente mi participación en el 2019 como independiente. Segundo, en nada me sorprende que existan acciones dirigidas a obstaculizar y/o impedir la participación de figuras que opten por cargos de elección, que no formen parte de las pandillas politiqueras que buscan perpetuar su hegemonía de protagonismo político, social y económico. Eso es lo que ha ocurrido siempre y lo que esa clase de mentalidad criminal espera que continúe ocurriendo. Tercero, la magnitud del problema de nuestro Panamá, que creo aún no ha sido comprendida por el país votante, no podrá ser nunca resuelta por los mismos entes que la crearon.

Las discusiones cívicas sobre temas de interés nacional son generalmente formuladas desde la misma perspectiva que ha producido la situación que nos afecta, con los mismos protagonistas actuales, y con el mismo propósito de siempre: producir efectos que parezcan aliviar (pero sin resolverlo) el fondo que nutre a la sinrazón.

Sin embargo, las circunstancias actuales se presentan más favorables que nunca para que se estructure un ataque frontal y exitoso contra la criminalidad institucionalizada que hoy rige a nuestro país. La desfachatez de la venalidad del sector público y privado en Panamá, hecho que también encuentra eco en el extranjero, se ve complementada por la incapacidad de los partidos políticos para presentar propuestas que efectivamente produzcan las reformas necesarias, sin las cuales la Patria continuaría su descenso hacia el desastre total.

A la partidocracia no parece preocupar esta situación, probablemente por creer que aún posee el control y la influencia que le permitirá, como antes, sostenerse y prevalecer otra vez. Tan enredados en sí mismos están, que no consideran el nivel del rechazo popular a sus existencias. Tampoco los ilustra la reciente experiencia de un ex-presidente que pensó que con intimidación y dinero podría repetirse en el poder.

No me desanima en lo absoluto si los partidos políticos y el Tribunal Electoral determinan que no van a dar ni un centavo de los dineros públicos para apoyar candidaturas independientes. La fuerza de una buena candidatura, que no se vende al "establishment" político ni a la corrupción, no reside en la cantidad de dólares que se repartan: reside en la voluntad y espíritu de un electorado que debe decidir si continuamos por el camino de la corrupción y la mediocridad oficial, o procuramos crear un futuro más brillante y más promisorio para todos.

No creo que Panamá vaya a reelegir en el 2019 a la politiquería, para permitir que prosiga el saqueo a las arcas nacionales, la improvisación que impide el desarrollo, la criminalidad institucionalizada, el clientelismo que secuestra vidas y enriquece a los políticos, la impunidad, el abuso a la posibilidad del pueblo, la mala reputación de nuestro nombre a nivel internacional.

No creo que la ciudadanía quiera negarse la posibilidad de una nueva Constitución que de verdad desplace la corrupción, la mediocridad y la irresponsabilidad cívica y organice un argumento nacional a largo plazo, que incluya a todas las provincias y a todos los sectores e intereses del país de todos, para que existan las oportunidades para todos y no sólo para los que impunemente se hacen ricos con el negociado de la politiquería, protegidos por la venalidad del Órgano Judicial y las autoridades.

La elección del 2019 no será decidida por el dinero invertido en la campaña; creo que la ciudadanía tomará sus decisiones con la esperanza de que habrá justicia, no sólo para castigar a los pillos y a los hoy intocables por su conexión política o económica, sino que habrá justicia social para nuestro país completo. La justicia que puede brindar a la Patria de todos, la oportunidad, atención, eficiencia, consideración, inteligencia, civismo, honradez y verdadero amor.

Los partidos políticos no tienen credibilidad para ganar en el 2019, incluso aunque vayan en alianza el PRD, el CD y el "Panameñismo”. Ni eso, ni todos los jamones del mundo podrán asegurar su triunfo. El pueblo no los respeta. Tampoco asustan ya a nadie. Y con lo que aún falta por aflorar, desde los sobornos aún no contabilizados de Odebrecht hasta el resultado de la solicitud de extradición de un ex-presidente que se hizo pasar por instrumento de cambio y resultó una falsificación, y aun cuando sus tentáculos alcancen a la Corte Suprema y al Ministerio Público, cada vez las posibilidades de la politiquería se hunden más en la playa de lama creada por su propia corrupción, incapacidad y total irrespeto a la Patria que los vio nacer.

Y que no se sientan ofendidos los miembros de los partidos que no han estado en los negociados y en la corrupción, que me imagino que habrá quienes estén libres de culpa. Igualmente habría que considerar a los que, aunque formen parte de esas estructuras podridas, son igualmente víctimas de los gamonales de siempre. Sé que los honestos existen, porque conocí a muchos cuando formé parte del servicio público, quienes reaccionaron positivamente al ver que no utilicé el puesto para beneficiarme. No todos participan de la trampa y muchos continúan su membresía dentro de los partidos, simplemente porque no existe otra alternativa a sus necesidades, aunque comprendan que esos colectivos se han criminalizado y que sus propósitos se han desnaturalizado bajo la excusa de que "así es el país". La mayoría nacional espera una oportunidad de servir y vivir dentro de un modelo de país que dignifique sus vidas.

Estemos atentos. No olvidemos lo que está ocurriendo, ni como están reaccionando los que están a cargo de la aplicación de la justicia y de la protección del interés nacional. Que no crean que no les va a ocurrir nada, esperanzados en que en el 2019 tendrán la protección del "más de lo mismo". Creo que esta vez, de verdad, esa vaina se acabó. Que no pierdan confianza los aspirantes a candidatos y candidatas independientes. El triunfo es posible y el ejemplo de Ana Matilde Gómez así lo demuestra.

Esta vaina en el 2019 no la va a decidir la plata: la va a decidir la convicción de que aún estamos a tiempo de ser lo que hemos debido ser desde hace tiempo. Total, nunca es demasiado tarde para ser felices.

 

Rubén Blades
17 de enero, 2017

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