No los dejemos arder

La Amazonía está en llamas. Más de mil incendios consumen la selva virgen del denominado, “pulmón del planeta”. 

La humanidad debería estar preocupada pero, desafortunadamente, una mayoría parece no comprender, o prefiere ignorar, el peligro de semejante noticia. Esa región de Brasil constituye más del 40% del total de selva virgen aún existente en el planeta. Se dice que el 30% del oxígeno de la Tierra proviene de sus árboles. Por eso, de manera directa, todo el balance ecológico mundial se ha visto comprometido por la tragedia. Y no olvidemos los efectos y secuelas negativas que ha producido y produce la deforestación sobre la vida diaria de los grupos indígenas que desde tiempo inmemorial residen en esas áreas.  Ellos ven afectados sus intereses básicos de manera irreparable y la experiencia nos demuestra que sus legítimos reclamos son generalmente desechados o ignorados por las autoridades. No solo su "habitat", también su cultura misma se ve amenazada.

A la conflagración que hoy experimenta el Brasil en su región del Amazonas, un territorio defenestrado desde hace décadas por los madereros, la ganadería y la agricultura, debemos agregar a la provincia del Darién en Panamá, en donde la misma destructiva acción también avanza, implacablemente. Ningún gobierno nacional ha podido, o querido, poner fin al abuso que cometen empresas e individuos que destruyen miles de hectáreas de bosques primarios, con el único propósito de meterse plata en el bolsillo. Sus actos criminales no se limitan al ámbito de la naturaleza. También resultan en viles asesinatos, como los del líder conservacionista Chico Mendes, en Brasil y el de Rigoberto Lima Choc, en Guatemala, Berta Caceres en Honduras, por mencionar solo algunos casos. America Latina estableció un record mundial en 2015 al registrar 122 ambientalistas ultimados, con la mayoría de sus casos aun sin resolver. 

La explotación infame e irracional de areas naturales, algunas categorizadas como “reservas”, rompe el balance necesario para que nosotros y las próximas generaciones podamos tener una oportunidad de convivir, con la Naturaleza, y con otros seres humanos, de nuestro país y del resto del planeta. 

Los que explotan de manera indiscriminada los recursos naturales, defienden su propósito alegando que es por "el progreso". Eso es falso. Lo hacen por avanzar mezquinos intereses económicos. No parece importarles que el costo de su codicia se reflejara negativamente sobre el futuro de sus hijos y nietos. Prefieren acumular riqueza destruyendo, aunque eso signifique que no quede mundo para que su descendencia lo disfrute. 

Es extraordinaria la capacidad para la estupidez que poseemos los humanos. ¿Acaso no es obvio? De continuar esta devastación ecológica, el final mostrara a un planeta tierra ya sin vida, cubierto de desiertos sobre los cuales volarán los inútiles billetes acumulados por la sinrazón. De hecho, ya estamos empezando a ver algunas de estas consecuencias. Masivas migraciones internacionales de gente que busca desesperadamente un lugar en donde tratar de sobrevivir. La tierra se agota, disminuyen sus recursos y deja de ser un lugar amable para la vida. Todas estas consecuencias producidas por un afán de obtener ganancias materiales para satisfacer propósitos inmediatos, banales y egocéntricos. 

La salud del Darién es vital para mantener el balance medioambiental de Panamá. Su "tapón" ha sido una defensa, un muro natural que previene la entrada de algunos peligros, como la fiebre aftosa del ganado. Es además de los pocos ambientes ecológicos nacionales que todavía ofrecen posibilidades apropiadas para una flora y fauna abundante, libre del impacto de los humanos. Las consecuencias de una deforestación en el área serán sentidas a lo largo y ancho de la República y también influirían en la región, en general. Toda deforestación produce consecuencias mundiales. No se limita su efecto al país que la sufre, la conexión es mucho mayor y más delicada de lo que nuestra ignorancia supone.

Lo de Brasil es un desastre tan impactante como la desaparición de glaciares y el deshielo que se produce diariamente en las regiones polares. El actual presidente del gigante del sur, que ha resultado un inepto de la estatura del narcisista anaranjado que hoy rige los Estados Unidos, no parece comprender la dimensión de la emergencia que enfrenta, ni su urgencia. Ojalá y la acción internacional provoque una reacción adecuada a la desafortunada circunstancia.

Si permitimos que el Darién se agregue al problema mundial de la deforestación, Panamá estaría contribuyendo con su falta de acción, al empeoramiento de la situación relacionada al llamado "global warming", al calentamiento global. El nuevo gobierno debe enfrentar esta realidad de manera decisiva e inmediata. Que cese la destrucción del medio ambiente en la provincia del Darién. No hay excusas que justifiquen la inacción oficial frente al problema. No es solo por el futuro de nuestro suelo patrio, es además por el futuro de nuestro continente y el del mundo.

No dejemos, nunca, que arda el Darién. No permitamos que se destruya la Amazonía. No aceptemos que terceros, animados por el dinero y su irresponsabilidad egoísta, empujen a nuestra Patria y al mundo hacia nuestra propia extinción.

 

Rubén Blades
28 de Agosto, 2019
San Sebastián-Donostia,
Guipuzcoa,
España

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