Sobre el 2019

Mi reciente participación en el programa televisivo Radar, conducido por la periodista Sabrina Bacal, ha provocado diversas opiniones y discusiones en el ámbito político panameño, especialmente por haber manifestado la posibilidad de mi regreso al escenario electoral nacional. Deseo hacer algunos comentarios acerca de las opiniones, positivas y negativas, generadas por mis declaraciones en el referido programa.

La decisión de contemplar una posible candidatura en el 2019, surge de mi convicción de que los candidatos tradicionales que produce el actual sistema partidista nacional, no tienen vocación de estructurar soluciones fundamentadas en una visión de país a largo plazo, justamente porque la misma naturaleza partidista nacional está estructurada para hacer planes electorales, es decir, solo para cinco años. La presente atmósfera de corrupción y de incredulidad de la población en la posibilidad de respuesta de nuestro sistema político, es consecuencia directa de la manera en como es concebida la creación, proceso y desarrollo de nuestra política criolla y por la forma premeditada como han sido concebidos nuestros instrumentos legales y esquemas de orden público, desde normas y códigos hasta las estructuras y programas que los regulan, que parecieran destinadas a sostener la mediocridad y corrupción existentes y a impedir su reemplazo por otras formas más eficientes y correctas de administración.

Desmantelar un sistema obsoleto y corrupto requerirá no sólo de nuevas figuras; es absolutamente indispensable la tarea de re-escribir nuestros códigos y renovar los esquemas necesarios para la administración del bien público, de forma eficiente y transparente. Más aún, se requiere de un cambio de actitud nacional que contemple el regreso al amor propio, al amor por el país y a la preocupación por su futuro.

Tenemos que realizar enmiendas constitucionales fundamentales que, entre otras cosas, eleven a Titulo Constitucional áreas que hasta ahora han sido terreno fértil para el desarrollo de la corrupción, tanto política como civil. El clientelismo político es una de ellas. Si se eleva la Carrera Administrativa a Título Constitucional, por ejemplo, reducirá la oportunidad para utilizar el reparto de los puestos públicos como aliciente para votos y apoyos políticos. También ayudaría a crear eficiencia en el manejo de los servicios públicos, estimulando el desarrollo de una clase burocrática civil preparada. responsable y consistente en sus actuaciones.

No veo a partidos políticos tradicionales desmantelando su oferta presente. ¡Ojalá lo hiciesen! Le ahorrarían a los ciudadanos tiempo histórico valioso en el camino hacia el desarrollo pleno, y a mi me ahorrarían el tiempo y el desgaste que significa tener que entrar a enfrentarlos electoralmente, en un escenario diseñado por ellos para beneficio de ellos. Además, estoy convencido de que desde el seno de la sociedad civil también surgirá oposición a este tipo de cambios, porque la corrupción no solo se practica en el entorno político: es un mal nacional. Es la misma sociedad civil, la ciudadanía, la que dificulta el ingreso de las personas que no son corruptas en la política nacional, con probabilidades de triunfar, desde el momento en que votan por los corruptos por amistad, por simpatía, por venta del voto o por un puesto en el gobierno. Pero luego se quejan de lo que hacen los políticos. ¿De que nos quejamos? ¿De haber votado mal? El asunto ahora es cómo transformar esa queja impotente en un instrumento de cambio efectivo. Primero, aceptando alterar nuestra actitud y mala costumbre corto-placista, por una apuesta al futuro.

Durante la entrevista aclaré que aún no afirmo que voy a ser candidato. He dicho que lo estoy considerando y que se deben cumplir ciertas premisas primero. Obviamente, que tenga las condiciones físicas de salud; que el argumento político esté definido y bien sustentado; que cuente con la gente que acepte participar de ese argumento de gobierno y de administración nacional. Debo, por supuesto, tener mi situación económica suficientemente fortalecida para enfrentar el futuro después del período de servicio público, porque de mi posible paso por el gobierno no voy a obtener ningún beneficio económico. Todos estos aspectos no son negociables para mi, porque sustento mis acciones en situaciones realistas. A pesar de que hice todas estas aclaraciones durante la entrevista, se asume ya como un hecho de discusión, que voy a correr en el 2019. Así funciona la política nacional actual. Las discusiones no se basan en enfoques objetivos y en perspectivas a largo plazo, sino en temores y expectativas egoístas.

Los que oponen tal posibilidad, que todavía no es un hecho, presentan opiniones que van desde el odio abierto hasta el afecto.

Unos dicen que ya no soy panameño porque me casé con una extranjera. Posiblemente esos votaron para Alcalde de la ciudad capital a favor de un candidato que antes se había nacionalizado norteamericano sin anunciarlo públicamente. Después, sabiendo eso, también salieron a defenderlo.  

Otros opinan que ser músico me inhabilita para un cargo tan serio, ignorando a propósito que tengo DOS títulos en Derecho, (uno de la Universidad Nacional de Panamá, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y el otro de Harvard Law Graduate School).  Esos quizás hubiesen preferido votar para presidente por un animador de televisión que nunca terminó su educación secundaria. Muchos resienten el hecho de que no permanezca durante todo el año, físicamente, en Panamá. Incluso hay quienes indican que debo desde este momento comenzar a recorrer el país, para que ese recorrido ayude a cimentar apoyos futuros, es decir, buscar la popularidad -y los votos- de la misma manera en que lo han hecho tradicionalmente los corruptos. Hay un gran número de los que opinan que ven con tristeza mi retiro de la música y prefieren que la continúe produciendo en vez de entrar a la política.

Como indiqué, continuare mi carrera musical activa durante el 2015 y el 2016 y como actor también. 

Mis entradas provienen de dos actividades que se caracterizan por ser de naturaleza internacional: la música y el cine. Por lo tanto tengo que atender múltiples compromisos fuera del Panamá, la mayor parte del tiempo. Por otro lado, estar alejado temporalmente de mi país me ha dado la oportunidad de cimentar contactos en otros países, que pueden contribuir de muy diversas maneras a nuestro desarrollo, pero más importante, estar fuera del país y de su diaria hostilidad y matraqueo, me han ayudado a mantener viva la esperanza y la memoria de lo que aprendí allí en mis tiempos de formación y que me ha servido de guía durante toda mi vida. Cuando estoy en Panamá, desde lo que leo en los periódicos, hasta los comentarios de personas, casi todo rebosa hostilidad y negatividad. Quienes están permanentemente en el país se han acostumbrado, pareciera, a la constante descarga de insultos, descalificaciones; a la impunidad de las medias verdades y de la mentira, al punto de no reconocer o concebir ya la posibilidad de otra cosa, de algo distinto. Tan congestionada está la atmósfera nacional, tanto social como políticamente, que todo conspira contra la razón. 

A todas las personas que opinaron, doy las gracias por preocuparse por lo que hago y digo. Eso, de por sí, es algo valioso que aprecio y que todavía no cesa de sorprenderme. Siempre he respetado el derecho de cada persona a opinar y lo haré siempre. Ese inalienable derecho humano merece toda nuestra consideración y defensa. Pero no estoy obligado a respetar la opinión en sí misma, especialmente cuando ésta es mal intencionada, llena de odio, o expresada como resultado de una ignorancia obvia. Eso equivaldría a la estupidez de afirmar que si una persona opina que hay que matar a todos los que no piensan o son como ella, debo respetar o defender esa opinión. El derecho a opinar es una cosa; la opinión en sí es otra y su efecto es también distinto. Cada cual es responsable por su opinión. De cualquier manera, en Panamá las opiniones no generan consecuencias o acciones determinadas, en términos generales. A menos que sea la de un comentador hípico, o la de aquel que determina a quien debes apostar en los juegos deportivos o de azahar. Equivocarse allí si que produce consecuencias.

A las personas que me odian porque si, que me consideran payaso, mentiroso, diletante, incapaz, vanidoso, arrogante, malo en todo lo que hago, mal Panameño, hipócrita, etc., les recuerdo que si se dan las condiciones que efectivamente permitan mi participación en el proceso político nacional del 2019, todas ellas tendrán, incluso antes de esa fecha, la capacidad de rechazar mis propuestas, mis argumentos, mi candidatura, mi presencia política. Pero también les recuerdo que el hecho de disentir con nuestras ideas o propuestas no les da derecho de insultarme o de ofender a mi familia y amigos solo para llenar las redes sociales con calumnias y mentiras. No ataquen a la persona, ataquen a la idea con argumentos y si no los encuentran pero aun detestan mi posibilidad política entonces no firmen mi petición de apoyo para una candidatura independiente. No acudan a mi llamado de participar como candidatos independientes a puestos de elección y de servicio público. No voten por mí. Todo lo que tienen que hacer es IGNORARME. Nadie está condenado a darme su apoyo, o a quererme. Que cada cual examine su conciencia y reaccione.

Yo siento la obligación de darle mi apoyo a la Patria que me vio nacer y que me cubrirá después. Y si mi deseo de contribuir políticamente no ocurre, tendré claro antes de morir que hice lo que consideré necesario, que dije lo que consideré necesario, que sentí el amor necesario, y que traté de aportar. Creo en eso, en tratar con amor -y no con odio y maldad- de construir una mejor Patria y dejarla mejor que cuando me recibió. Y mantengo la confianza de que habrá otros y otras que sigan en esa misma ruta y que hagan un mejor trabajo que el que hice, o que mejoren lo que propuse para todos.

Que sepan todos que el Panamá que hoy es, puede y debe transformarse en el Panamá que puede ser. Esa es mi visión y sospecho que es la de muchos Panameños y Panameñas, vivos y muertos. El Panamá que puede ser es una idea que no puede ser eliminada con la compra de conciencias, ni avasallada por el odio y la asfixiante mediocridad que define al proceso político, en muchas partes de nuestra América.

Gracias por su atención, 

 

Rubén Blades
14 de Octubre, 2014

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